Hamlet

Se arrodilla y apoya los brazos y la cabeza en un sillón.

Escena XXIII

Claudio, Hamlet.

HAMLET.— Esta es la ocasión propicia. Ahora está rezando, ahora le mato… [Saca la espada: da algunos pasos en ademán de ir a herirle: se detiene, y se retira otra vez hacia la puerta] Y así se irá al cielo… ¿Y es esta mi venganza? No, reflexionemos. Un malvado asesina a mi padre, y yo, su hijo único, aseguro al malhechor la gloria. ¿No es esto, en vez de castigo, premio y recompensa? Él sorprendió a mi padre, acabados los desórdenes del banquete, cubierto de más culpas que el mayo tiene flores… ¿Quién sabe, sino Dios, la estrecha cuenta que hubo de dar? Pero, según nuestra razón concibe, terrible ha sido su sentencia. ¿Y quedaré vengado dándole a éste la muerte, precisamente cuando purifica su alma, cuando se dispone para la partida? No, espada mía, vuelve a tu lugar y espera ocasión de ejecutar más tremendo golpe. Cuando esté ocupado en el juego, cuando blasfeme colérico, o duerma con la embriaguez, o se abandone a los placeres incestuosos del lecho, o cometa acciones contrarias a su salvación, hiérele entonces, caiga precipitado al profundo y su alma quede negra y maldita, como el infierno que ha de recibirle. [Envaina la espada] Mi madre me espera, malvado; esta medicina que te dilata la dolencia no evitará tu muerte.

Escena XXIV

Claudio solo.

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