La fierecilla domada

¡Ya! Sin duda lo que te atrae es la fortuna y por ello preferirías a Gremio, ¿verdad?, para que te mantuviese como una gran dama.

BLANCA:

¿Es a causa de él por lo que me detestas? Entonces bien veo que bromeas y que no has hecho hasta ahora sino bromear. Pero suéltame las manos, Lina, te lo ruego.

CATALINA:

Si tal cosa te parece una broma, esto te lo parecerá también. (Le pega. Entra Bautista.)

BAUTISTA:

¡Cómo! ¿Qué modales son ésos, hija mía? ¿De dónde nace tanta insolencia? Apártate de ella, Blanca. ¡Hijita querida! ¡Y la ha hecho llorar!… Vuelve, vuelve a tus labores sin ocuparte más de tu hermana. En cuanto a ti, ¡largo de aquí, pécora endemoniada! ¿Por qué hacerla sufrir, sabiendo que ella jamás te ha hecho a ti nada malo? ¿Es que alguna vez siquiera te contradijo con una palabra desagradable?

CATALINA:

¡Precisamente es su silencio lo que me insulta, y no dejaré de vengarme! (Se lanza sobre Blanca.)

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