La fierecilla domada

¡Maldita sea tu piel, no menos vieja y ajada! En cuanto a mí, ¡pardiez!, he echado en el juego todos mis triunfos. Se me había metido en la cabeza hace ganar a mi amo. Y como sigo con la idea, no sé por qué un falso Lucentio no tendría un falso padre llamado… supongamos Vincentio. Lo que sería un prodigio; pues de ordinario son los padres los que hacen los hijos, mientras en esta historia de matrimonio, es un hijo, si mi ardid triunfa, el que va a engendrar a su padre (Sale.)













eXTReMe Tracker