Heidi

Las conversaciones son vivaces y naturales y la vida primitiva de los moradores de las montañas de los Alpes contrasta con la más convencional vida en la casa rica de la ciudad, en la cual la sencilla niña de las montañas llega como un soplo de aire fresco. Sus experiencias son narradas con encanto y el lector se sumerge en la lectura olvidando que no está leyendo una transcripción de la vida real, tan vívida es la caracterización, tan perfecto el realismo, tan consistente la narración. El culto comerciante alemán, su serena y paciente hijita inválida, su sabia y vivaracha madre, la formal y desagradable ama de llaves, la impertinente criada, el bondadoso mayordomo, y el noble y generoso doctor, Heidi y su incomprendido pero magnífico abuelo, el Viejo de los Alpes, el sacerdote, la destartalada choza de la anciana ciega y su aburrido y devoto nieto Pedro, y, por último, aunque no menos importante, las cabritas cuidadosamente individualizadas, son todos dibujados con manos certeras.







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