Los Hijos del Capitán Grant en la América del Sur

Ocho días después, el Duncan entraba a todo vapor en la bahía de Talcahuano* El tiempo era admirable en aquellas costas abrigadas por la cordillera de los Andes. Los viajeros trataban de divisar en el mar cualquier resto que pudiera darles algún indicio del naufragio del Britannia, pero nada vieron. Siguieron su camino cerca del archipiélago de Chiloé* y luego anclaron en el puerto de Talcahuano, cuarenta y dos días después de haber dejado las turbias aguas de la Clyde.

Glenarvan y Paganel desembarcaron rápidamente; Paganel quiso poner a prueba sus conocimientos de la lengua española que tan concienzudamente había estudiado, pero no fue comprendido.

-Lo que me falta es la entonación -se consoló diciendo. En la aduana lograron entenderse con ademanes y algo de inglés; allí supieron que el cónsul británico residía en Concepción. Para llegar se procuraron dos buenos caballos y una hora después entraban en la gran ciudad, debida al genio de Valdivia*, el esforzado compañero de Pizarro.



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