París en el siglo XX

Durante algunas semanas vivió gracias a un preparado que entonces se hacía con el nombre de queso de papas; era una pasta homogénea amasada y cocida; pero hasta eso le costaba caro.

El pobre diablo llegó a comer pan de la fécula disecada de sustancias imprecisas que se conocían como el pan del hambre.

Pero el rigor de los tiempos hizo subir el precio y hasta esto último le resultaba caro.

Durante enero, el mes más duro del invierno, Michel se vio obligado a comer pan negro de hulla.

La ciencia había analizado minuciosamente el carbón de piedra, que parece una verdadera piedra filosofal; encierra el diamante, la luz, el calor, el aceite y mil otros elementos, ya que sus diversas combinaciones han entregado setecientas sustancias orgánicas. Pero también contiene una considerable cantidad de hidrógeno y carbono, los dos elementos nutritivos del trigo, sin que haga falta mencionar las esencias que conceden gusto y aroma a los frutos más sabrosos.

Con este hidrógeno y este carbono, cierto doctor Frankland hizo pan, y éste era el pan más barato. Habrá que confesar que había que ser muy fatal para morir de hambre; la ciencia no lo permitía. Michel no murió; ¿pero cómo vivía?

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