París en el siglo XX

Por poco que sea, el pan de hulla cuesta de todos modos algo, y cuando literalmente no se puede trabajar, dos centavos no se encuentran sino de manera limitada en un franco.

Michel llegó finalmente a su última moneda. La contempló un tiempo, y después empezó a reír de manera siniestra. Tenía la cabeza dentro de un círculo de fuego a causa del frío, y muy pronto empezó a encendérsele también el cerebro.

"A dos centavos la libra de pan", se dijo, "y a razón de una libra por día, me quedan alrededor de dos meses de pan de hulla por delante. Pero nunca le he ofrecido nada a la pequeña Lucy. Le voy a comprar mi primer ramo de flores con mi última moneda".

Y el desgraciado bajó a la calle, como un loco. El termómetro marcaba veinte grados bajo cero.

 

 

CAPÍTULO XVI

El demonio de la electricidad

 

Michel avanzaba por las calles silenciosas; la nieve amortiguaba los pasos de los escasos viandantes; los vehículos ya no circulaban; era de noche. "¿Qué hora será?", se preguntó el joven.

"Las seis", le respondió el reloj del hospital Saint-Louis.

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