París en el siglo XX

Y así continuó la conversación de tío y sobrino; el anciano sabio quería reforzar en el joven las hermosas inclinaciones que admiraba; estos deseos se manifestaban continuamente en sus palabras, que traicionaban sus emociones; sabía muy bien cuánto había de falso, desclasado e imposible en la situación de un artista.

Conversaron de todo; el buen hombre se planteó como un viejo libro ante el joven, que lo vendría a hojear de vez en cuando; y realmente gozaba contando las cosas de los tiempos idos.

Michel le explicó la finalidad de su visita a la biblioteca, y le preguntó a su tío por las razones de la decadencia de la literatura.

-La literatura ha muerto, hijo mío -respondió el tío-. Contempla estas salas desiertas y esos libros sepultados en el polvo; nadie lee nada; yo sólo soy el cuidador de este cementerio, y está prohibida toda exhumación.

El tiempo pasó muy rápido mientras hablaban.

-¡Son las cuatro! -exclamó el tío-, nos tenemos que despedir.

-Le volveré a ver -le dijo Michel.

-¡Sí! ¡No! ¡Hijo mío! ¡No hablemos más de literatura! ¡Ni de arte! ¡Acepta la situación tal cual está! Dependes de monsieur Boutardin en primer lugar; sólo en segundo término eres sobrino del tío Huguenin.

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