París en el siglo XX

-¿Y con qué objeto, ahora que el comercio vincula a los pueblos? ¿Acaso no tienen los ingleses, los rusos y los norteamericanos comprometidos en nuestros bancos sus cheques, sus rublos y sus dólares? ¡La plata es el enemigo del plomo y las balas de algodón lo son de las balas cónicas! Reflexiona, Jacques. ¿Acaso los ingleses, negándonos un derecho que ellos usan, no se están apoderando poco a poco de las grandes propiedades de Francia? Poseen tierras inmensas, casi departamentos completos que no han conquistado sino que han pagado. ¡Y esto es más seguro! Nadie ha tomado las precauciones del caso, se ha dejado hacer. Esa gente va a llegar a poseer toda nuestra tierra. Será la revancha por lo de Guillermo el Conquistador.

-Querido -replicó Jacques-, recuerda bien lo que te voy a decir, y tú también, Michel, pues esta es la profesión de fe del siglo; se ha dicho en el siglo diecinueve: qué me importa lo que haya en Montaigne, quizás en Rabelais. Ahora se dice: ¿qué aporta tal cosa? Y bien, vendrá el día en que la guerra aporte algo, como un negocio industrial, y entonces habrá guerra.

-¡Bueno! La guerra nunca ha aportado nada, sobre todo en Francia.

-Porque se combatía por el honor y no por el dinero -dijo Jacques.

-¿Acaso crees en una guerra de negociantes intrépidos?

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