-Difícil de comprender -observó Quinsonnas-, pero no de hacer.
-¿Cómo? -preguntó Michel.
-Ahora te explico -dijo Quinsonnas-, y me voy a apoyar en un ejemplo impactante. Michel, abre el piano, por favor.
El joven obedeció.
-Bien. Siéntate ahora sobre el piano, sobre las cuerdas.
-¿Cómo? Quieres que...
-Siéntate, te digo.
Michel se dejó caer sobre las teclas del instrumento. Se produjo una armonía chirriante.
-¿Sabes lo que estás haciendo? -le preguntó el pianista.
-¡No tengo la menor duda!
-Inocente. Has hecho una armonía moderna.
-¡Es verdad! -dijo Jacques.
-¡Ahí tienes un acorde actual! Y lo más siniestro es que los sabios de hoy se encargan de explicarlo científicamente. Antaño sólo algunas notas se podían vincular entre sí; pero ahora se las ha reconciliado a todas y ya no insultan. ¡Son demasiado educadas para eso!
-Pero no por ello son menos desagradables -observó Jacques.