Veinte mil leguas de viaje submarino

Consejo intentaba ya retirar de las garras del arponero a la víctima semiahogada y yo me disponía a unir mis esfuerzos a los suyos, cuando, súbitamente, quedé como clavado en mi sitio ante estas palabras pronunciadas en francés:

-Cálmese usted, maestro Land, usted, señor profesor, tenga la bondad de escucharme.

EL HOMBRE DE LAS AGUAS

Era el comandante de a bordo el que así hablaba. Ante esas palabras, Ned Land se levantó al instante. El camarero, casi estrangulado, a una señal de su amo salió tambaleándose, y era tal el ascendiente del comandante a bordo que ni un gesto reveló el resentimiento que debía sentir ese hombre contra el canadiense. Consejo, interesado a pesar suyo, yo estupefacto, esperábamos en silencio el desenlace de la escena.

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