Veinte mil leguas de viaje submarino

El comandante apoyado en un ángulo de la mesa con los brazos cruzados, nos miraba muy atentamente. ¿Vacilaba en hablar? ¿Lamentaba haber pronunciado en francés aquellas palabras? Podía creerse que así fuera. Después de algunos instantes de silencio que ninguno de nosotros pensó en interrumpir, dijo con voz tranquila y penetrante:

-Señores, hablo igualmente el francés, el inglés, el alemán y el latín. Hubiera podido, pues, responderles desde nuestra primera entrevista, pero quise antes conocerlos y reflexionar luego. El cuádruple relato que me hicieron, en todo semejante en el fondo, me comprobó la identidad de ustedes. Sé ahora que la casualidad ha traído a mi presencia al señor Pedro Aronnax, profesor de historia natural en el Museo de París, encargado de una misión científica en el extranjero, junto con Consejo, su criado, y Ned Land, de origen canadiense, que se desempeñaba como arponero a bordo de la fragata Abraham Lincoln, de la marina de guerra de Estados Unidos de América. Creo que ésos son los antecedentes de ustedes.




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