Veinte mil leguas de viaje submarino

EL POLO SUR

Me precipité a la plataforma.

¡Sí! Era el mar abierto. Apenas algunos témpanos esparcidos y móviles icebergs; a lo lejos, la extensión del mar; un mundo de pájaros en el aire y miríadas de peces en aquellas aguas, que, según los fondos, variaban desde el azul intenso al verde oliva. El termómetro señalaba tres grados centígrados bajo cero. Era como una primavera relativa encerrada detrás de la barrera, cuyas masas lejanas se perfilaban en el horizonte norte.

-¿Estamos en el polo?, le pregunté al capitán, sintiendo el corazón palpitante.

-Lo ignoro, me respondió. A mediodía tomaremos la situación.

- ¿Aparecerá el sol a través de estas brumas?, interrogué contemplando el cielo grisáceo.

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