Viaje al centro de la tierra

El mar se extendía a una profundidad de 3.200 pies. Habíamos traspasado el límite de las nieves perpetuas, bien poco elevado en Islandia a consecuencia de la humedad constante del clima. Hacía un frío espantoso y el viento soplaba con fuerza. Me hallaba agotado. El profesor comprendió que mis piernas se negaban a seguir prestándome servicio, y, a pesar de su impaciencia, decidió hacer alto allí. Hizo señas a Hans en tal sentido; pero éste sacudió la cabeza, diciendo:

—Ofvanför.

—Parece que es preciso subir más —dijo mi tío.

Después preguntó a Hans el motivo de su respuesta.

—Mistour —repuso el guía.

La místour —repitió uno de los islandeses, con acento de terror.

—¿Qué significa esa palabra? —pregunté, inquieto.

—Mira —dijo mi tío.

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