Viaje al centro de la tierra

No es preciso decir que dentro de aquella grieta el Hans-Bach se había convertido en cascada, con detrimento de su volumen; pero aún bastaba con creces a satisfacer nuestra sed. Además, era seguro que cuando se presentasen declives menos pronunciados, recobraría nuevamente su pacífico curso. En aquel momento, me recordaba a mi dignísimo tío, con sus impetuosidades y cóleras: mientras que, en las pendientes suaves, su calma me hacía pensar en la del cazador islandés.

Los días 6 y 7 de julio seguimos descendiendo por las espirales de la grieta, penetrando dos leguas más en la corteza terrestre, lo que nos colocaba a cinco leguas bajo el nivel del mar. Pero el 5, a eso del mediodía, tomó el pozo una inclinación mucho menos acentuada, de unos 40° aproximadamente, en dirección Sudeste.

El camino se hizo entonces tan fácil como monótono. Era lo natural. Nuestro viaje no podía distinguirse por la variedad del paisaje.

Por fin, el miércoles 15 nos hallábamos a siete leguas bajo tierra y a cincuenta del Sneffels, sobre poco más o menos. Aunque algo fatigados, nuestra salud se conservaba en estado satisfactorio, y aún no había sido preciso estrenar el botiquín de viaje.

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