Viaje al centro de la tierra

Domingo 23 de agosto.

¿Dónde estamos? Somos arrastrados con una velocidad prodigiosa.

La noche ha sido terrible. La tempestad no amaina. Vivimos en medio de una detonación incesante. Nuestros oídos sangran y no podemos entendernos.

Los relámpagos no cesan. Veo deslumbrantes zigzags que, tras una fulminación instantánea, van a herir la bóveda de granito. ¡Oh si se desplomase! Otros relámpagos se bifurcan, o toman la forma de globos de fuego, que estallan como bombas. No por eso aumenta el ruido, porque ha rebasado ya el límite de intensidad que puede percibir el oído humano, y aunque todos los polvorines del mundo hiciesen explosión a la vez, no lo oiríamos.

Existe una emisión constante de luz en la superficie de las nubes, la materia eléctrica se desprende, incesante, de sus moléculas: se han alterado los principios gaseosas del aire; innumerables columnas de agua se lanzan a la atmósfera y caen luego cubiertas de espuma.

¿A dónde vamos…? Mi tío se halla tendido, largo es, en la extremidad de la balsa.

El calor aumenta. Miro el termómetro y veo que señala… (La cifra está borrada).

Lunes 24 de agosto.

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