La Isla del Dr. Moreau

Agucé el oído. A excepción del leve zumbido de los mosquitos y el canto de algunos insectos que saltaban entre los espinos, reinaba la más absoluta calma. Luego oí a lo lejos el aullido de un perro, el murmullo de una conversación, el chasquido de un látigo y voces que se tornaron más claras y se debilitaron nuevamente. El ruido se alejó corriente arriba y se desvaneció. La caza había concluido por el momento, pero ahora sabía hasta qué punto podía contar con la ayuda de los Salvajes.













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