La Isla del Dr. Moreau

14. El Doctor Moreau se explica

–Y ahora, Prendick, se lo explicaré todo –dijo el doctor Moreau en cuanto hubimos comido y bebido–. Debo confesar que es el invitado más dictatorial de cuantos he tenido. Le advierto que éste es el último favor que le hago. La próxima vez que amenace con suicidarse no haré nada por evitarlo, aunque salga perjudicado.

Se sentó en mi hamaca con un cigarro a medio consumir entre los hábiles y blancos dedos. La luz de la oscilante lámpara le caía de lleno sobre el pelo blanco, mientras miraba las estrellas por la ventana. Me senté lo más lejos posible, con la mesa por medio y los revólveres a mano. Montgomery no estaba presente. No me apetecía estar con los dos en una habitación tan pequeña.

–¿Admite que ese ser humano viviseccionado, como usted lo llama, no es más que el puma? –dijo Moreau. Me había llevado a visitar el horror del cuarto interior para que me asegurase de que no era un ser humano.

–Es el puma –asentí–, que aún está vivo, pero tan lleno de cortes y mutilado como espero no volver a ver jamás a ningún ser vivo. De todas las vilezas...

–Eso no tiene importancia –me interrumpió Moreau–. Ahórreme al menos esos terrores juveniles. Montgomery era igual. Usted admite que se trata del puma. Ahora, guarde silencio mientras pronuncio mi lección de fisiología.

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