La conversación telefónica tenÃa lugar en términos algo confusos. Pero indudablemente las dos personas que la sostenÃan se entendÃan perfectamente. Pat Harrison, muy acomodada en su enorme lecho de viuda, recostada entre almohadones, la cabeza de blancos cabellos llena de ricitos, sostenÃa el auricular junto al oÃdo entretanto daba cabezaditas y asentÃa con los labios, mirando distraÃda hacia los ventanales por los cuales entraba un espléndido sol y veÃa un cielo azul despejado anunciando un dÃa encantador. A través de los ventanales un poco abiertos, afluÃan voces entremezcladas y el clásico chapuceo de la piscina, asà como el trote de algún caballo que se alejaba del rancho, pero nada de ello impedÃa que Patricia Harrison se enterara perfectamente de cuanto escuchaba y de cuanto respondÃa. ?... ?Por supuesto que sÃ, Ali. No faltaba más. Por otra parte me parece una idea genial...