Reseña de El síndrome del miedo
ATERRADO, el director de la CIA clavó su fría mirada azul en el mandatario de la KGB soviética, sentado frente a él. ?Cielos? ?manifestó roncamente?. Eso es terrible. No podemos hacerlo, Vasiliev? El hombre de los servicios secretos soviéticos entornó sus apacibles ojos grises, casi con aire beatífico, entrelazó los largos dedos de sus manos sensitivas y afirmó lentamente, sin dejar de mirar con falsa indiferencia la panorámica del Sena, la torre Eiffel y los tejados de París, visibles desde la oficina neutral de la capital francesa, donde ambos se reunían por iniciativa de monsieur René Durand, del Deuxiéme Bureau. ?Sí, mi querido Powell ?afirmó lentamente el soviético?. Nos guste o no, tenemos que hacerlo. Y pronto. ?Pero? ¡pero eso puede significar la hecatombe mundial! ?protestó el hombre de la CIA acaloradamente, enrojeciendo hasta la raíz de sus canosos cabellos.