Cuando Alphonso Flint, el arriesgado e intrépido hombre de negocios, recibió en su despacho la noticia de que un rival desconocido hasta entonces le habÃa eliminado en la subasta para la adjudicación de la lÃnea de diligencias proyectada, desde Burwell, en la parte central de Nebraska, hasta Crawford, a poca distancia del ángulo que formaban las divisorias de Wyoming y Dakota del Sur cerca del rÃo Loup, su rostro, ya apigmentonado de por sÃ, se tornó más rojizo y sus grises patillas en forma de hacha temblaron al vibrar todos los huesos de su rostro. Era la primera vez en su larga carrera de especulador, que alguien le daba la batalla ganándosela y esto era algo que él no estaba dispuesto a consentir. Estaba seguro de que no habÃa nadie con dinero capaz de arriesgarlo para el tendido de aquella lÃnea de diligencias, por una zona poco frecuentada, pero cuajada de pueblos importantes que clamaban por una comunicación organizada, y el pliego de condiciones que habÃa presentado le parecÃa el más beneficioso que se podÃa presentar, aunque él sabÃa que pudo mejorarlo bastante, pero la seguridad de no tener competidor le hizo mostrarse duro y egoÃsta y ahora empezaba a tocar las consecuencias.