En sus memorias, concluidas hacia 1605, Pasamonte nos cuenta de su niñez desgraciada, entre enfermedades y accidentes, y de su carrera militar que le depara estar presente en la batalla de Lepanto, la conquista de Túnez y en la Goleta, donde será hecho prisionero por los turcos. Su cautiverio le llevará a Constantinopla, AlejandrÃa y Argel y durará casi veinte años. Tuerto, desgarbado y cada vez más achacoso volverá al ejército en Italia. El matrimonio que contrae será un fracaso absoluto que incrementará su paranoia sumergiéndolo en un delirio persecutorio de hechiceras, espÃritus malignos y envenenadores, a los que combate con una incrementada devoción religiosa que nos detalla pormenorizadamente. Será por entonces cuando escriba su Vida y trabajos. Sin embargo, si Alfonso MartÃn Jiménez está en lo cierto en su Cervantes y Pasamonte. La réplica cervantina al Quijote de Avellaneda (2005), nuestro autor logró salir de esta crisis profunda, y entre 1622 y 1626 firma un documento como Fray Gerónimo Pasamonte Alcayde. Finalmente habrÃa logrado cumplir sus deseos infantiles de profesar, haciéndolo en el sugestivo Monasterio de Piedra. Pero el interés por este enloquecido autor se incrementó considerablemente cuando en 1969 MartÃn de Riquer le atribuyó la autorÃa del Quijote apócrifo de Avellaneda, posiblemente con el propósito de vengar las ofensas y alusiones maliciosas que su compañero de armas Cervantes habÃa incluido en la primera parte de la inmortal obra. En ella Jerónimo de Pasamonte habrÃa sido transmutado en el Ginés de Pasamonte, galeote como él pero por motivos bien diferentes: es un peligroso jaquetón que también ha escrito su Vida. A pesar de que numerosos crÃticos han aceptado esta hipótesis, y han multiplicado los argumentos a su favor, sin embargo parece permanecer en pie el contraste descomunal entre ambas obras: la lastimera, quejumbrosa y desquiciada Vida, y el divertidÃsimo, malicioso e inteligente falso Quijote. Grande tuvo que ser su cambio anÃmico en los diez años que separan la conclusión de las dos obras, y el documento exhumado por Alfonso MartÃn, si no lo prueba, a lo menos lo hace posible.