Flora Tristán y Paul Gauguin arrojaron su inconformismo a la faz de un siglo que les contestó con su desprecio. Pero, qué serÃa de nosotros si ya no supiéramos soñar lo que no existe. Qué serÃa del mundo sin el impulso de todos los anhelos incumplidos, sin el esfuerzo baldÃo de los que se sintieron generosos, sin el contagio tardÃo de las promesas del iluminado. En qué clase de infierno vivirÃamos si ya no hubiera nadie capaz de entrever los paraÃsos que juegan al escondite por las esquinas del universo.