La barra de los tres golpes

Durante una clase de mecanografía, Ortega había quedado en el aula y para entretenernos, hizo unas demostraciones prácticas de nudismo. Cuando, legado a los paños más menores, para parecerse a Adán necesitaba únicamente la hoja de parra, entró Figueredo y se entretuvo mirando a Ortega que bailaba una danza de bayaderas. A “Juan Cuello” no le entusiasmó ni la exhibición nudista ni el recital coreográfico. Lo hizo vestir rápidamente, lo llamó aparte y sin suspenderlo, le endilgó un sermón tan largo que jamás volvió a cambiar de vestuario.

Desgraciadamente fue pasado a otra sección y sustituído por Cano, un poco más bajo, mas joven y más irascible, en cuyas facciones tenía pintado un gesto de dureza que provocaba de inmediato la antipatía de los muchachos. Su nariz puntiaguda y larga inspiró a Francisco Alvarez, que terminó un largo poema con estos versos:

“Se retira muy ufano

y aparece una nariz.

-Muchachos: ¡ una perdiz!

¡No, es la nariz de Cano!”

 

 

 

IX

 

Cambiaba el matiz de las travesuras, pudiéndose observar el paso de los años a través de la

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