Los hermanos Karamazov

CANTULO III

EL ENTIERRO DE ILIUCHA. ALOCUCIÓN JUNTO A LA PEÑA

En efecto, llegó con retraso. Lo esperaban y ya habían decidido llevar sin él a la iglesia el ataúd ornado de flores. El ataúd era el de Iliucha. El pobre muchacho había muerto dos días después de pronunciarse la sentencia contra Mitia. Aliocha fue recibido en la puerta de la calle por los compañeros de Iliucha. Eran doce y todos llevaban sus carteras en la espalda. «Mi padre llorará. Hacedle compañía», les había dicho Iliucha en el momento de morir. Y sus camaradas no lo habían olvidado. Al frente de ellos estaba Kolia Krasotkine.

—¡Cuánto me alegro de que hayas venido! —dijo éste, tendiendo la mano a Aliocha—. Es horrible lo que ocurre ahí dentro. Da pena ver a esta familia.

Snieguiriov no ha bebido hoy, estamos todos seguros. Sin embargo, parece estar ebrio. Yo conservo la firmeza de siempre, pero esto es espantoso. Karamazov, si no te importa, quisiera hacerte una pregunta antes de que entre en la casa.

—Tú dirás, Kolia.

—¿Es inocente o culpable tu hermano? ¿Quién mató a tu padre: él o el criado?

Creeré lo que tú me digas. He estado cuatro noches sin dormir, haciéndome esta pregunta.

—Fue Smerdiakov el asesino —repuso Aliocha—. Mi hermano es inocente.

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