Orgullo y prejuicio

CAPÍTULO XX

A Collins no lo dejaron mucho tiempo meditar en silencio el éxito de su amor; porque la señora Bennet que se había quedado en el vestíbulo esperando el final de la conversación, en cuanto vio que Elizabeth abría la puerta y se dirigía con paso veloz a la escalera, entró en el comedor y felicitó a Collins, congratulándose por el venturoso proyecto de la cercana unión. Después de aceptar y devolver esas felicitaciones con el mismo alborozo, Collins procedió a explicar los detalles de la entrevista, de cuyo resultado estaba satisfecho, pues la firme negativa de su prima no podía provenir, naturalmente, más que de su tímida modestia y de la delicadeza de su carácter.

Pero sus noticias sobresaltaron a la señora Bennet. También ella hubiese querido creer que su hija había tratado únicamente de animar a Collins al rechazar sus proposiciones; pero no se atrevía a admitirlo, y así se lo manifestó a Collins.

―Lo importante ―añadió― es que Lizzy entre en razón. Hablaré personalmente con ella de este asunto. Es una chica muy terca y muy loca y no sabe lo que le conviene, pero ya se lo haré saber yo.

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