La barra de los tres golpes

Trató el sistema circulatorio completando sus disertaciones teóricas con experiencias prácticas: llevó un corazón de carnero y una rana; ésta, anestesiada, fue colocada sobre una tablilla de madera, con las extremidades sujetas con clavitos.

A pesar de la anestesia, el cuerpo del batracio, al sentir el bisturí que con mano firme manejaba la docente cortando la epidermis y los tejidos, comenzó a saltar, hasta que el animal fue descuartizado. Aún así, cuando de su cuerpo no quedaban sino restos, con espasmódícos esfuerzos trataba de desasirse de los clavos; y cuando el corazón, ya separado del cuerpo, fue apoyado sobre la mesa, comenzó a dar saltos como si él mismo fuera otra rana de energía indómita,

Concluida la interesante hora, se solicitaron a la profesora los despojos de la rana y del carnero, a lo cual accedió gustosa.

Después del recreo, desde los comienzos de la clase siguiente, se oyó un grito: “¡ahí va la flor azteca!”. Simultáneamente, los restos animales cruzaban el espacio con tal velocidad y frecuencia, que cualquiera que contemplara el espectáculo podía pensar en el descubrimiento del movimiento continuo,

Cuando los despojos caían sobre alguno, éste, sin inmutarse, los reexpedía con igual rapidez, no alcanzando a percibiese cuando llegaban a detenerse sobre un cuerpo, las destrozadas vísceras.

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