Ha levantado todas las tablas del entarimado y ha destruido enteramente la galerÃa, con la esperanza de encontrar el tesoro, esos mil quinientos rublos que el fiscal cree que escondà allÃ. Apenas regresó a Mokroie empezó a trabajar. No se merece nada mejor ese granuja. Todo esto me lo contó ayer un guardián que vive en Mokroie.
—Oye —dijo Aliocha—, Katia vendrá, pero no sé cuándo. Lo mismo puede venir hoy, que mañana, que dentro de unos dÃas, pero vendrá, estoy seguro.
Mitia se estremeció. Estuvo a punto de contestar, pero se contuvo. La noticia lo habÃa trastornado. Era evidente que, aunque deseaba conocer los detalles de la conversación de su hermano con Katia, no se atrevÃa a hacer preguntas. En aquel momento, una palabra cruel o desdeñosa de Katia habrÃa sido para él como una puñalada.
—Entre otras cosas, me ha dicho que tranquilizara tu conciencia respecto a la evasión. Si Iván sigue enfermo, ella se encargará de todo.
—Eso ya me lo habÃas dicho —observó Mitia.
—¿Se lo has contado a Gruchegnka?