El Castillo

II. BARNABÁS

Los tres estaban sentados juntos ante una mesita en la taberna de la posada, bebían cerveza y guardaban silencio. K en el centro, a derecha e izquierda sus ayudantes. Había otra mesa ocupada por campesinos, como en la noche anterior.

—Resulta difícil con vosotros —dijo K, y comparó sus rostros como había hecho frecuentemente con anterioridad—, ¿cómo os voy a distinguir? Sólo os diferenciáis en los nombres, en lo demás sois idénticos como… —se interrumpió y continuó maquinalmente—, como serpientes.

Ellos se rieron.

—Se nos diferencia bien —dijeron como justificación.

—Lo creo —dijo K—; yo mismo he sido testigo de ello, pero yo sólo veo con mis ojos y con ellos no puedo distinguiros. Por eso os trataré como a un solo hombre y os llamaré a los dos Artur, así se llama uno de vosotros ¿quizá tú? —preguntó K a uno de ellos.

—No —dijo éste—, yo me llamo Jeremías.

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