—A mà me parece que ha pasado ya tanto tiempo como para que hubieran dado la vuelta al mundo —suspiró Ana—. Parece mentira que haya pasado sólo una semana desde que se casaron. Todo ha cambiado. La señorita Lavendar y los Alian se han ido. ¡Qué solitaria parece la misión con todas las persianas cerradas! Pasé por allà anoche y me hizo el efecto de que todo estuviera muerto.
—Nunca tendremos otro pastor tan agradable como el señor Alian —dijo Diana con calurosa convicción—. Creo que este invierno tendremos toda clase de suplentes y la mitad de los domingos no habrá prédica; y Gilbert y tú os vais, ¡va a ser muy aburrido!
—Fred estará aquà —insinuó Ana con intención.
—¿Cuándo se muda la señora Lynde? —preguntó Diana como si no hubiera oÃdo la última observación de Ana.