Así habló Zaratustra

Del gran anhelo[425]

Oh alma mía[426], yo te he enseñado a decir «Hoy» como se dice «Alguna vez» y «En otro tiempo» y a bailar tu ronda por encima de todo Aquí y Ahí y Allá.

Oh alma mía, yo te he redimido de todos los rincones, yo he apartado de ti el polvo, las arañas y la penumbra.

Oh alma mía, yo te he lavado del pequeño pudor y de la virtud de los rincones y te persuadí a estar desnuda ante los ojos del sol.

Con la tempestad llamada «Espíritu» soplé sobre tu mar agitado; todas las nubes las expulsé de él soplando, estrangulé incluso al estrangulador llamado «Pecado».

Oh alma mía, te he dado el derecho de decir no como la tempestad y de decir sí como dice sí el cielo abierto: silenciosa como la luz te encuentras ahora, y caminas a través de tempestades de negación.

Oh alma mía, te he devuelto la libertad sobre lo creado y lo increado: ¿y quién conoce la voluptuosidad de lo futuro como tú la conoces?

Oh alma mía, te he enseñado el despreciar que no viene como una carcoma, el grande, amoroso despreciar, que ama máximamente allí donde máximamente desprecia.

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