Heidi

La señorita se sentó a su lado e hizo señas a Heidi para que ocupara una silla frente a ella. No había nadie más en la mesa y sobraba sitio entre cada una de ellas, por lo que Sebastián podía moverse fácilmente para servir. Junto al plato de Heidi había un panecillo blanco y tierno y la niña lo contemplaba con alegría. La semejanza que Heidi encontraba en Sebastián debió de despertar su confianza hacia él, porque estuvo muy quieta y no se movió hasta que aquél se acercó con la fuente para ofrecerle el pescado frito. Entonces Heidi, señalando el panecillo, preguntó:

—¿Puedo cogerlo?

Sebastián asintió con un movimiento de cabeza, pero al mismo tiempo miró de soslayo a la señorita Rottenmeier para ver qué impresión había causado en ella aquella pregunta. Heidi tomó en seguida el panecillo y se lo guardó en el bolsillo. Sebastián se limitó a hacer una mueca porque sentía ganas de reír, pero sabía que no le estaba permitido. Mudo e inmóvil permaneció junto a Heidi, porque no tenía permiso de hablar ni tampoco de marcharse hasta que todos los comensales se hubiesen servido. Heidi le miró un rato con ojos asombrados, pero al fin preguntó:

—¿He de comer eso?

Sebastian volvió a asentir con un gesto.

—Pues… dame algo —dijo la niña y miró tranquilamente a su plato.

eXTReMe Tracker