—¿No hay nada nuevo, Sebastián? —preguntó el galeno, amable como siempre, al criado que subía la escalera tras él y que no cesaba en sus demostraciones de respeto, a pesar de que el doctor le daba la espalda y nada podía ver.
—Has hecho bien en venir, querido amigo —exclamó el señor Sesemann al verlo entrar en la habitación—. Es absolutamente necesario que hablemos nuevamente acerca del viaje a Suiza. Quiero que me digas si mantienes tu veto, ahora que hay una sensible mejoría en el estado de Clara.
—Mi querido Sesemann, ¡siempre serás el mismo! —repuso el doctor sentándose a su lado—. Quisiera que estuviera aquí tu madre, porque con ella, todo es sencillo y diáfano, todas las cosas van derechas, pero contigo no se acaba nunca. Con ésta son tres ya las veces que me has hecho venir para que te repita lo mismo.