Heidi

—Sí, es verdad, tienes razón, este asunto debe molestarte; pero, querido amigo, ¿no comprendes mi situación? —El señor Sesemann puso la mano sobre el hombro del doctor para invocar su simpatía—. Es muy duro para mí negar a mi hija una cosa que yo le había prometido con tanta seguridad, y cuya esperanza ha estado alegrándola día y noche durante los últimos meses. Bien sabes que solamente animada por la idea de su próximo viaje a Suiza y de la esperanza de poder visitar a su amiguita Heidi en la montaña ha podido resistir Clara la última crisis que tan dolorosa fue. ¿Y ahora quieres que robe de golpe las esperanzas, durante tanto tiempo acariciadas, a mi pobre hija, que por su estado se ve privada de muchas alegrías? No, no puedo hacer eso.









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