Heidi

—Sesemann, es preciso —respondió el doctor con firmeza. Y al ver que su amigo permanecía silencioso y abatido, añadió al poco rato—: Recapitulemos una vez más los hechos: hace años que Clara no ha pasado un verano tan malo como éste y no está en condiciones de emprender un largo viaje sin que nos expongamos a las peores consecuencias. Además, ya estamos en septiembre; es posible que haga todavía días muy buenos en los Alpes, pero también puede suceder que haga frío; los días son ahora cortos y, en cuanto a las noches, es imposible pensar en que Clara las pase arriba en las montañas. ¡No hay ni que soñarlo! No le quedaría, por lo tanto, más que un tiempo muy breve, porque desde Ragatz a la cabaña del abuelo de Heidi debe de haber algunas horas de camino, máxime cuando hay que subir a la niña en brazos. En resumen, Sesemann, el viaje no es practicable ahora. Pero, si quieres, iré contigo para que, entre los dos, convenzamos a Clara, que es una niña muy razonable. Además, yo le hablaré de mi proyecto, que consiste en que no vaya a Ragatz hasta el mes de mayo próximo. Allí la someteremos a una larga cura de baños hasta que el tiempo sea absolutamente bueno y sepamos que arriba, en la montaña, hace mucho sol. Entonces podrá ser llevada de cuando en cuando a la cabaña de Heidi y, fortalecida por la cura de baños, gozará mucho mejor que ahora de las excursiones a la montaña. No has de perder de vista, Sesemann, que si queremos conservar la esperanza de la mejoría del estado de tu hija es preciso observar la mayor prudencia y los cuidados más minuciosos.

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