Heidi

La abuelita dejó entonces la mano de la niña, ésta dio a la anciana las buenas noches, entró corriendo en la habitación contigua y se marchó rápidamente con Pedro, porque, mientras tanto, habíase hecho de noche y era preciso regresar. Pero en el firmamento brillaba la luna y proyectaba sobre la nieve una claridad tan grande, que hubiérase dicho que el día iba a nacer de nuevo en aquel momento. Pedro preparó su trineo y se sentó en la parte delantera; Heidi montó detrás de él, y así, vertiginosamente, se deslizaron montaña abajo.












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