París en el siglo XX

Otro gesto del mismo brazo extendido, más tenso aún si es posible, envió al que dictaba tras el copista. Entonces Quinsonnas se quitó cuidadosamente las mangas de tela, cogió el sombrero, lo limpió con el codo, se lo puso, y avanzó directamente donde el banquero.

Los ojos de éste lanzaban relámpagos; pero no conseguía tronar.

-Monsieur Casmodage y Cía. -dijo Quinsonnas, con su voz más amable-, puede que usted crea que soy el autor de este crimen, pues eso es haber deshonrado su Libro Grande. Pero lo debo dejar en el error. Tal como todos los males de este mundo, son las mujeres las que han provocado esta desgracia irreparable; culpe entonces a nuestra madre Eva y a su estúpido marido; toda pena y sufrimiento de ellos nos viene, y si nos duele el estómago es porque Adán comió manzanas crudas. Buenas tardes.

Y el artista se marchó seguido de Michel, mientras Athanase sostenía del brazo al banquero, como Aarón sostenía a Moisés durante la batalla con los amalecitas.

 

 

CAPÍTULO XIII

Donde se trata de la facilidad con que puede morir de hambre un artista en el siglo XX

 

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