-¡Esto le enseñará a no pasearse por donde no debe! -le dijo el banquero al joven.
Michel, avergonzado, no halló qué decir. -¡Caramba qué aparato más ingenioso! -exclamó Athanase.
-Pero no estará completo -le informó M. Casmodage- hasta que el ladrón, depositado en un coche de seguridad, sea conducido, por la presión de un resorte, a la prefectura de policía.
"Y sobre todo", pensó Michel, "hasta que la máquina le aplique por sí misma el artículo del código penal relativo a los robos con violencia".
Pero se guardó esta reflexión para sí mismo. Y se marchó en medio de las carcajadas de los demás.
Donde Quinsonnas aparece sobre las altas cumbres del Libro Grande
Al día siguiente, Michel se encaminó hacia las oficinas de contabilidad; pasó entre los murmullos irónicos de los funcionarios; su aventura nocturna corría de boca en boca y nadie se molestaba en evitar la risa.