París en el siglo XX

-¡Esto le enseñará a no pasearse por donde no debe! -le dijo el banquero al joven.

Michel, avergonzado, no halló qué decir. -¡Caramba qué aparato más ingenioso! -exclamó Athanase.

-Pero no estará completo -le informó M. Casmodage- hasta que el ladrón, depositado en un coche de seguridad, sea conducido, por la presión de un resorte, a la prefectura de policía.

"Y sobre todo", pensó Michel, "hasta que la máquina le aplique por sí misma el artículo del código penal relativo a los robos con violencia".

Pero se guardó esta reflexión para sí mismo. Y se marchó en medio de las carcajadas de los demás.

 

 

CAPÍTULO VI

Donde Quinsonnas aparece sobre las altas cumbres del Libro Grande

 

Al día siguiente, Michel se encaminó hacia las oficinas de contabilidad; pasó entre los murmullos irónicos de los funcionarios; su aventura nocturna corría de boca en boca y nadie se molestaba en evitar la risa.

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