Viaje al centro de la tierra

Capítulo XIV

Es Stapi un lugarejo compuesto de unas treinta chozas, edificado sobre un mar de lava, bajo los rayos del sol reflejados por el volcán. Se extiende en el fondo de un pequeño fiordo, encajado en una muralla que hace el más extraño efecto.

Sabido es que el basalto es una roca obscura de origen ígneo, afectando formas muy regulares cuya disposición causa extrañeza. La Naturaleza procede al formar esta substancia de una manera geométrica, y trabaja de un modo semejante a los hombres, como si manejase la escuadra, el compás y la plomada. Si en todas sus otras manifestaciones desarrolla su arte formando moles inmensas y deformes, conos apenas esbozados, pirámides imperfectas cuyas líneas generales no obedecen a un plan determinando, por lo que respecta al basalto, queriendo dar, sin duda, un ejemplo de regularidad, y adelantándose a los arquitectos de las primeras edades, ha creado un orden severo que ni los esplendores de Babilonia ni las maravillas de Grecia han sobrepujado jamás.

Había oído hablar de la Calzada de los Gigantes, de Irlanda, y de la Gruta de Fingal, en una de las islas del grupo de las Hébridas; pero el aspecto de una estructura basáltica no se había presentado nunca a mis ojos. En Stapi este fenómeno se me mostró en todo su hermoso esplendor.

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