Viaje al centro de la tierra

—¡Bueno! ¡tanto mejor! —exclamó mi tío—; al menos, ya sé a qué atenerme. No es éste el camino seguido por Saknussemm, y no queda otro remedio que desandar lo andado. Descansemos esta noche, y, antes que transcurran tres días, habremos vuelto al punto donde la galería se bifurca.

—Si —dije yo—, ¡si nos alcanzan las fuerzas!

—¿Y por qué no nos han de alcanzar?

—Porque mañana no tendremos ni una gota de agua.

—Y valor, ¿no tendremos tampoco? —exclamó el profesor, dirigiéndome una mirada severa.

No me atreví a contestarle.





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