El gran anfiteatro estaba lleno. Literalmente, no cabÃa ni un alma más. Quizá sea inexacto hablar de almas, refiriéndome a seres cuya morfologÃa es totalmente distinta de la humana, pero, puesto que a fin de cuentas, todos cuantos allà estaban tenÃan inteligencia, la frase, más o menos, queda en su punto. El anfiteatro, enorme, colosalÃsimo, tenÃa una capacidad para dos millones de personas cuando menos. Era una inmensa y, a la vez, heterogénea masa, la que atestaba las dilatadas gradas de aquel colosal circo, en ansiosa espera de un espectáculo no visto durante largos años.