La señora Edwards habÃa visto en sus bien conservados cuarenta años muchos fenómenos meteorológicos, entre los cuales, por supuesto, figuraba la lluvia, pero nunca habÃa visto llover lo que aquel mediodÃa llovió en su jardÃn, cayendo de un cielo sin apenas nubes.De pronto, algo cayó de las alturas y se estrelló con sordo «chap», contra la hierba del jardÃn.El caniche ladró de nuevo. Luego se acercó a la cosa caÃda del cielo, la husmeó y volvió a ladrar. Finalmente, se arriesgó a cogerla con los dientes, hecho lo cual, volvió junto a su ama y le tocó en una pierna con su patita delantera, para llamarle la atención.La señora Edwards volvió la vista. Entonces pegó un chillido que se oyó en cientos de metros a la redonda.TenÃa motivos para chillar. Lo que Potty sostenÃa entre sus colmillos era una mano humana, cortada a ras de la muñeca. TodavÃa habÃa algo de sangre fresca en el sitio donde se habÃa producido la amputación.