El hombre corrÃa desesperadamente, como si le persiguiesen cien legiones de diablos. De cuando en cuando, volvÃa la cabeza hacia atrás y después de este gesto y a pesar de que tenÃa los pulmones a punto de reventar, aceleraba todavÃa más la velocidad de su frenética carrera. Atravesó un seto y atropelló una serie de macizos de flores, pisoteándolos sin compasión. Chick Fallass sabÃa que corrÃa con la muerte a los talones. De pronto, divisó a lo lejos las luces de una casa, cuya vista le hizo lanzar una exclamación de alivio. Si conseguÃa llegar a la casa, estaba salvado, pensó. De pronto, oyó voces muy cerca de él. ?Vamos, ya lo tenemos. ?No le dejéis escapar, muchachos.