Aquella cosa parecÃa andar, pero se arrastraba por las oscuras y desiertas calles de la aldea. O quizá andaba, pero parecÃa arrastrarse.Todo era cuestión de matices y de las sensaciones visuales de los posibles testigos, pero, en aquellos momentos, la gente dormÃa en sus casas. Algún perro ladró, aunque nadie le hizo caso; solÃa acontecer a menudo y los ladridos de los canes ya no turbaban el sueño de los pacÃficos habitantes de Nottyburn.La cosa parecÃa seguir un rumbo determinado. Su estatura era la de un hombre bien conformado, pero, en cambio, el volumen alcanzaba casi el doble. Su figura recordaba vagamente la de un ser humano: cabeza, brazos, piernas, ojos? y poco más. Sin embargo, la dificultad de sus movimientos era patente.O quizá caminaba despacio debido a que no deseaba turbar la tranquilidad nocturna de la población.La cosa llegó al fin ante una casa, en cuyo rótulo podÃa leerse se vendÃa de todo. Una de sus manos ?¿garra, zarpa, aleta?? tanteó la puerta. Estaba cerrada. Se acercó a una de las ventanas, escaparate más bien, y miró hacia el interior.