?Siéntate a mi lado, Omar. AsÃ, asÃ. Escucha: Yo... Tú sabes que tengo vida para poco. Una hora, un dÃa, tal vez un minuto. No debà llamarte. Omar. Pero..., pero... estaba aquà solo. ¿Sabes lo que es esto. Omar? Escucha, no me contestes. Ya sé que lo sabes. Todo el mundo lo sabe. Nadie puede ignorar que esto es la enfermerÃa de una prisión de Córcega.
?Padre...
?No, Omar. Tú no. ¿Sabes? Yo era feliz con tu madre. ¿Nunca te lo contó tÃa Nanda, Omar? Tu madre y yo éramos felices. Te juro... SÃ, sÃ, aquÃ, en mi lecho de muerte, en esta enfermerÃa del Estado, aquà te juro que yo jamás hice aquello. ¿Sabes quién tuvo la culpa, Omar? ?el enfermo experimentó como una sacudida Omar inclinóse hacia adelante y apretó la mano inerte que caÃa a lo largo del lecho, con una fuerza casi desesperada?. Me pasa ya, Omar. Fue un desvanecimiento. Yo quiero decÃrtelo todo antes de morir. Porque me voy a morir. Pero no me llores, Omar. ¿Qué ha sido de tÃa Nanda?
?Padre...