Richard Enger llegó a casa aquella noche y se derrumbó en un sillón quitándose parsimonioso los zapatos, entretanto su esposa iba a buscarle las zapatillas de piel. Regresó con ellas y recogió los zapatos de su marido.
?Nina ?dijo él de súbito?, estoy preocupado.
?¿Por el trabajo en la casa publicitaria?
?No. Es algo más ?encendió un cigarrillo y fumó nerviosamente?. Hace dÃas que vengo observando algo raro en Yootha. Ha llegado esta mañana de Toronto y la visité en su despacho. La encontré desanimada y con mal semblante, ojerosa y preocupada. Nina se sentó enfrente de su esposo.
?Bueno, eso no es nada nuevo. No creo que Yootha tenga motivos para sentirse demasiado feliz.