?Buenos dÃas, Marta.
?Buenos dÃas.
Pasó ante ella bufando. Levantó el cuello de la gabardina y miró a un lado y a otro de la calle. El autobús habÃa pasado ya. TendrÃa que ir a pie a tomar un taxi. Ninguna de ambas cosas le pareció aceptable, pero optó por la primera. El presupuesto no alcanzaba para darse el lujo de tomar un taxi. Aún miró a Marta. Siempre estaba allÃ, apoyada en el umbral del portal, mirando a su amiga. ¡Su amiga! Hum. Aquella amiga de Marta era su novia. Se llamaba Soledad, pero todos la llamaban Nené. Ambas eran secretarias de una empresa importante. Marta tenÃa dinero. DecÃan que mucho dinero. Si lo tenÃa que lo tuviera. A él eso le importaba un pito. Además, si lo tenÃa, ¿por qué trabajaba? ¡Capricho! VivÃa demasiado sola. Echó a andar al tiempo de alzar la mano en señal de adiós. Marta sólo replicó con la cabeza. Un solo movimiento, pero los ojos, unos maravillosos ojos en verdad, permanecieron inmóviles.