Cuando Adolfo volvió a la finca que su difunto tÃo habÃa dejado en herencia a su hermano Bernardo, no podÃa imaginar que todavÃa fuera capaz de conmoverse ante ciertas situaciones. Bernardo seguÃa igual que siempre, más mezquino incluso que la última vez que lo habÃa visto, envilecido sin duda por el dinero. Pero Adela, ella sà que habÃa cambiado desde que se casara con su hermano. Aunque vivÃa rodeada de lujos, estaba claro que no era feliz. Se la veÃa más envejecida y triste, menos hermosa que cuando ellos dos fueron novios.