Doña Leonor hablaba por los codos. A decir verdad, doña Leonor se callaba pocas veces. ¿DecÃa algo? No decÃa nada. Al menos para Cristina Dávila decÃa poquÃsimo.
?La culpa de todo la tiene el Metro. ¿Quién puede meterse allÃ? Pero no hay más remedio. MarÃa dirá lo que quiera, pero el que tiene un auto... Claro que nosotros no podemos tener auto jamás. Si MarÃa no fuese mi gemela... ¡Puaff! Pero las dos nacimos el mismo dÃa y ya tenemos cincuenta años.
Cristina levantó los ojos del libro que leÃa. Balzac resultaba un poco aburrido a aquella hora del mediodÃa, pero Cristina lo preferÃa a la charla de doña Leonor.