Como todos los dÃas, los Santamarina de la Fuente hacÃan la sobremesa en el salón. Don JoaquÃn Santamarina y su esposa se hallaban sentados en un cómodo diván, junto a la chimenea encendida. No muy lejos, repantigado en una butaca, estaba Eduardo, su hijo, y de pÃe, de espaldas a ellos, fumando un cigarrillo, y al parecer ajeno a la conversatión que sostenÃan su padre y su gemelo, se hallaba César.